Circular

Cada vez más voces se une al coro que clama un mensaje claro, contundente y rotundo: la sostenibilidad no es una opción. Ni tampoco es, por supuesto, una estrategia de marketing. Una de esas etiquetas que se colocan las empresas, sean del sector que sean, con la única finalidad de no perder pie en un mercado que les exige ser ecológicas.

Sin embargo, los hombres y las mujeres que vivimos en el campo, del campo y para el campo tenemos muy claro desde siempre que la sostenibilidad no es una opción. El campo es un medio duro y exigente, sujeto a circunstancias que no es posible controlar. Tener los pies en el suelo y mancharse las manos no son figuras retóricas aquí. Lo sabemos muy bien los agricultores andaluces. Hace siglos que aprendimos a convivir con el campo. Porque el campo es mucho más que nuestro sustento. El campo te enseña que dar y recibir es lo mismo, exactamente lo mismo: sin equilibro no puede haber vida. Y la sostenibilidad persigue mantener ese equilibro fundamental.

Sabemos desde siempre que no somos más que un eslabón de un inmenso ecosistema natural. Y como tales hemos aprendido a comportarnos, como miembros del más impresionante y sofisticado mecanismo que existe: la naturaleza y sus procesos. Nadie es más consciente que las mujeres y los hombres del campo de que tan solo somos una parte de estos procesos. Y que sin respeto por nuestro medio, sin respeto por el suelo que pisamos y que nos sostiene, no puede haber progreso.

El aprovechamiento de la aceituna es total

Sabemos bien que innovación, tecnología y progreso no necesariamente significan contaminación y menoscabo de los recursos naturales. En Loxa tenemos presente que tecnología —y cultura— también es el arado y la vara de varear, las espuertas de recolección o las piedras de los molinos. Los tiempos cambian, avanzan rápido y las exigencias del mercado cada día son mayores. Pero los principios no cambian; más allá de la tosquedad de los antiguos aperos o las equilibradas aleaciones de acero inoxidable de las nuevas almazaras, la esencia es la misma. Un principio fundamental es que, al igual que siempre ha sucedido en los cortijos —y aún hoy sucede—, aquí no se desaprovecha nada. Es la perenne y valiosa lección que nos ofrece el campo andaluz.

Bioeconomía sostenible: devolver al olivo lo que el olivo nos da.

Es la lección que cristaliza en Loxa Circular: devolver al olivo todo lo que el olivo nos da. Una economía circular verdadera, fruto del trabajo conjunto entre los expertos olivareros de la cooperativa con la universidad.

Aprovechamiento y circularidad

Ha quedado demostrado que los olivos abonados con el compost de alta calidad producido en la propia cooperativa a partir de los residuos de la producción aceitera, responden muy favorablemente. Ser 100% sostenibles es una meta cada vez más cercana y perfectamente posible. Entre otras innovaciones, ha puesto en marcha una planta de valorización, clarificación y comercialización del hueso de la aceituna como biomasa de calidad normalizada para la elaboración de biocombustibles. Además, también trabajamos en procesos de valorización, reciclado y reutilización de residuos y subproductos del olivar.

Por todo ello no nos cansamos de proclamar que la sostenibilidad no es una opción, sino una obligación con nuestro entorno, nuestras tierras, nuestros olivos. Es una cuestión de respeto, de sabernos parte de un todo que tenemos que cuidar, pues ese todo, el medio ambiente, el campo, nos sostiene y nos da la vida. Miramos al olivo como a un igual, un hermano, como se mira a un viejo sabio por el que se siente un respeto profundo y sincero. Un viejo venerable, aunque fuerte y vigoroso tras años de apañárselas con las envestidas de la intemperie, que no se guarda nada de su sabiduría para sí.